Pensar la danza

Prólogo Gentes de la danza Rosita Mauri, un ejemplo a seguir Diaguilev, como un rey Mary Wigman: éxtasis y demonio Nijinski, clown de Dios Astaire, siempre Astaire Anton Dolin: un homenaje merecido Trini Borrull, pasión por la danza Merce Cunningham, la solución del extraño brujo José de Udaeta: grande de España Jacqueline Robinson, vivir la danza Antonio, un gran músico Walter Nicks: Sócrates, Platón, Aristóteles Antonio Gades, belleza kantiana Anna Maleras, desde el principio Lynn Garafola, rigurosa hermeneuta Víctor Ullate, intuición y coraje El rey de Camboya, uno de los nuestrso Nacho Duato, la historia del soldado Nacho Duato, un acto de amor Estrella Casero, valiente y pionera Cesc Gelabert o el sentido de las cosas Compañía Nacional de Danza, un feliz empeño Nederlands Dans Theater III, la madurez como valor Coreografías El bello exceso De primera mano Literatura bailada Oportunismo El sentido de la libertad Danza y música La historia de una alquimia Tchaikovsky y el ballet: sinfonía o melancolía Revolucionar la relación entre música y danza Historia e historias de la danza La leyenda de la ciudad sin ley Condenados a entendernos ¿Yo? íBailo! El Liceo sin ballet Orfandad e institución La danza (clásica) de mis pecados El espacio herido A pesar del comunismo Roedores Exportar la danza Bailarines a subasta Cifras y porcentajes Fronteras superadas La otra modernidad Cementerios del arte Otro mundo Danza e identidad La caja de Pandora Marginal, pero libre Flamenco/Kathak: todavía queda la esencia Flamenco y modernidad coreográfica La madre de todas las danzas Cuerpo, corazón, tierra Apéndices Bibliografía y otras fuentes Índice onomástico Índice de coreografías